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lunes, 22 de septiembre de 2008

Buenas hierbas

Realmente Anita había venido a traerle un huipil a mi compañera de casa y de experiencia. Cuando llegó, con su sencillez, su sentido del humor y su extrema generosidad, le pregunté (por recomendación de la coordi) por algún tipo de hierba para la circulación (sentía las piernas algo cansadas). Me dijo que fuera a las tiendas del mercado y preguntara por un nombre impronunciable para mí, que, al parecer, identifica la enfermedad de "algunas personas que se acuestan normales y se levantan sin ganas de trabajar y con dolor en las piernas, como si el alma se estuviera marchando del cuerpo". No pude decirle que me lo escribiera porque no sabe, pero no hizo falta, porque (debe ser que vio mi cara de confusión ante tan indecible palabro) se ofreció a acompañarme al mercado.

Hasta allí fuimos, siendo observados por todo bicho viviente (no es normal ver a dos personas de diferente sexo andando por la calle si no son pareja o familiares, menos si uno de los dos es un gringo como yo). Pasamos a una tienda y pidió en tzutuhil los ingredientes para el medicamento que cura "lo que fuera". El tendero sacó una bolsa llena de hierbas y papelillos por la que nos cobró 10Q. Nuevamente, Anita se ofreció a preparalo y volvimos a la casa.

Pusimos a cocer el agua y fue echando y describiendo una a una las diferentes hierbas y demás sustancias que contenía la misteriosa bolsa: alucema, limonada, manzanilla, pasas, rosas blancas, rosa de jamaica, crema, canela, pimienta, dos tipos de polvos de dudosa procedencia, cebada (cuando le dije que de ahí se sacaba la cerveza se echó a reir y me avisó: "cuidado con ponerte bolo"), un tronquito llamado caibis o algo por el estilo, tamarindo y un par de sobres. Miré estos últimos y era ácido acetil salicílico. Le pedí que de eso no echara, que a mi estómago no se lo recomiendan nueve de cada diez gastroenterólogos. Por último añadió cantidades industriales de azúcar.

Anita dice, con su expresivo tono narrativo, que esta infusión se la dan a niños que están a punto de morir y, de repente, se recuperan. No sé si me recuperaré en este caso, pero les aseguro que está riquísima, aunque me está dando un sueño...

Luego quería fregar los cacharros. Me negué a ello y lo hice yo. "Un hombre lavando no me gusta", decía. Esa frase inició una conversación sobre el papel de la mujer y el hombre dentro y fuera del hogar, que culminó con que el viernes, aún cocinando un hombre, vendrá a una cena de despedida que haremos en casa.

2 comentarios:

Luīze R. dijo...

muriendo de (son)risa

y creo - en serio - que padezco de lo mismo ¨algunas personas que se acuestan normales y se levantan sin ganas de trabajar y con dolor en las piernas, como si el alma se estuviera marchando del cuerpo¨, qué diagnóstico más preciso

Anónimo dijo...

pero no te vayas a poner bolo jaja eso me gusto... venga alfonso cuando dejas las tierras del quetzal que estando tan cerca ni hemos conicidido ?? bueno espero que la estes pasando bien y que toda esta experiencia este valiendo la pena