Aquí y en la mayoría de lugares de este asqueroso planeta hay millones de historias como las de esa joven estudiante, la mejor de la clase, que aspira a ser médico algún día. La mayoría de sus esfuerzos se dirigen a esa meta, cumpliendo además con las obligaciones a las que su cultura y su papel de mujer le obligan. Pese a ser la primera en calificaciones, en interés y en dedicación, no sólo le resultará inalcanzable sino que, además, será engañada por más de una falsa oferta de beca, que desaparecerá en el momento en que entregue sus calificaciones para ser fotocopiadas, falsificadas y compulsadas. Otro, favorecido por la invisible mano de la corrupción, la gozará y, seguramente, la desaprovechará. Además, hundida en su condena al fracaso, volverá a casa y recibirá la reprimenda del cabeza de familia que nunca vio con buenos ojos que intentara salir de casa a labrarse un futuro que, desde su corta perspectiva, no le corresponde.
Ni siquiera la gente que aúna capacidad, esfuerzo, ilusión consigue acercarse a lo que se propone.
Hay un abismo entremedias insalvable.
Y ¿quién genera este abismo?. La causas son múltiples, pero entre ellas se impone el mal funcionamiento de la maquinaria de la globalización. O quizás el buen funcionamiento para quien la diseñara. Se imponen los pagos de deuda externa, que asfixian a muchos estados, que a su vez son obligados a realizar ajustes estructurales (privatizaciones de servicios públicos, monocultivos, retirada de aranceles) a gusto de los tiburones del mercado, que manejan el cotarro y que, además niegan a la humanidad el patrimonio de la Tierra.
Ni siquiera la gente que aúna capacidad, esfuerzo, ilusión consigue acercarse a lo que se propone.
Hay un abismo entremedias insalvable.
Y ¿quién genera este abismo?. La causas son múltiples, pero entre ellas se impone el mal funcionamiento de la maquinaria de la globalización. O quizás el buen funcionamiento para quien la diseñara. Se imponen los pagos de deuda externa, que asfixian a muchos estados, que a su vez son obligados a realizar ajustes estructurales (privatizaciones de servicios públicos, monocultivos, retirada de aranceles) a gusto de los tiburones del mercado, que manejan el cotarro y que, además niegan a la humanidad el patrimonio de la Tierra.
Conjuntamente con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial apoya el ajuste macro-estructural. El Préstamo para la Modernización Económica de 1992 ($120 millones) es el préstamo de ajuste estructural más reciente a Guatemala, el cuál ya ha sido totalmente terminado. El Banco además se concentra en la energía, las reformas financieras y del sector público, la reforma comercial y fiscal, y la privatización de las empresas públicas. Desafortunadamente, el Banco no exige la implementación de una estructura fiscal progresiva, sino que permite el uso de un impuesto de valor agregado, es decir, un impuesto gravado sobre el valor de un producto en cada etapa de producción; resulta ser como un "super-impuesto" sobre la venta que cae de una manera desproporcionada sobre los pobres. Los Bancos argumentan que debido al fraude y la corrupción, los gobiernos no pueden gravar de forma más directa los ingresos y la riqueza, y que por lo tanto un impuesto de valor agregado puede ser recadaudo más eficientemente, el cual resulta menos regresivo que un impuesto sobre la renta que queda sin recaudar. John Ruthrauff (Centro para la Educación Democrática)
Tanguillos marineros
4 comentarios:
Efectivamente, nada nuevo pero ya cansa. Esto tiene que explotar por algún lado, va a ser doloroso, pero no han dejado alternativa.
¡¡¡adorar al dios verdero!!!¡¡¡don dinero!!!
Esto parece hasta sádico: los ricos robando a los pobres. Hay gente que nunca tiene bastante.
Salud
altermundista, eso es lo que me temo y lo que probablemente pasar... Y la Cuarta será con palos y piedras.
jopo, poderoso cabellero...
miquelet, y hasta que no pete la máquina no pararemos de echarle más leña al fuego. El decrecimiento, deseable, es una utopía. Porque no sólo son los ricos con nombres y apellido sino el conjunto de la sociedad quien tiene el poder de cambiar las cosas.
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