Menos mal que no soy periodista. Porque tanta rectificación habría acabado en 48 horas con mi reputación. Que resulta que no es el metatarso, que volvemos con las falanges. Y digo “las” porque, según el médico ha escrito de manera legible en el parte de baja, hay “una o dos falanges rotas”. Se ve que no tenía ganas de seguir mirando la radiografía en la pantalla del ordenador y se ha decantado por una descripción apática. Una, la que se ve, está rota. La otra, puede ser, quizás... qué importa. Tu baja va a ser la misma- habrá pensado. La más rota (yo mismo la he visto en dos cachitos en el monitor) pertenecía al dedo nº 5 que, según mi jefe, al que me he encontrado por la calle, debe de ser el hueso más pequeño e inútil del cuerpo. Así lo ha corroborado el médico, que prevé, según las leyes de la evolución, una desaparición del mismo si la humanidad aguanta algún que otro milenio más. Un colega por teléfono me decía que sí, que lleva toda la razón, porque el de la mano aún sirve para sacarse los mocos.
Y creo que lo legible del manuscrito se ha debido a que previamente mi padre y un servidor comentábamos en voz alta la imposibilidad de descifrar el informe de traumatología y el hombre se ha esforzado cual alumno de primaria sobre un cuadernillo Rubio. Y digo yo, esto de la escritura de los médicos, que sólo ellos y farmacéuticos entienden ¿se tratará de un lenguaje auxiliar artificial? ¿un pidgin?, ¿será que hay tantos médicos foráneos que algún idioma extranjero está desplazando al castellano? ¿Estudian en la carrera cómo encriptar los mensajes facultativos? Aunque entonces... ¿dejarían de ser facultativos? ¿me podré matricular de libre configuración de esa asignatura?.
El amable doctor también me ha advertido de que el apoyamanos de la muleta no es para dejar colgando la pierna cuando me siente, por ejemplo, en las butacas de la sala de espera del centro de salud. Que ha visto más de un ingreso en Urgencias por este motivo, al parecer, provocador de trombosis. Lo que no entiendo es cómo lo ha podido saber si cuando ha salido a nombrarme ya tenía la pierna encima de la silla.
Pero ¿de verdad me estás diciendo que le diste una patada a la bañera?. ¿Sabes la fuerza que es necesaria para romper un hueso?. Con esas dos cuestiones en el aire, y sin saber decir si sí o si no, me despachaba el doctor, al que me había encontrado quince minutos antes en el bar y que no disimulaba su paquete de Marlboro en el bolsillo de la camisa, tensada por lo orondo de su tronco. Aunque para orondo como estaré si me siguen cebando de esta manera. ¿Por qué se tendrá más hambre cuando no se hace actividad física alguna que cuando se anda de un lado para otro?. Debe de ser psicológico... Además seré consciente cada día de la creciente acumulación de grasa a la altura del abdomen cuando a mediodía me agarre un buen pliegue de michelines para inyectarme la jeringa de Clexan40, a la que ya me he acostumbrado y no es pa' tanto. Al menos estoy haciendo una cura de humos. No he fumado ni un sauvage desde hace más de dos días.
Y, ojo, que no me meto con mi querido doctor. Es el primer médico de cabecera en Ciudad Real que me inspira confianza. Me iría de cañas con él tranquilamente.