Normas incívicas

Salimos con la bici. Cada uno con una de las que se alquilaban en el Forum de las Culturas de 2004. No tienen cambios aunque afortunadamente nuestros desplazamientos fueron sobre firme con pendientes mínimas.

Llegamos al MACBA, pero enseguida aparece la Guardia Urbana, y siguiendo directrices consistentes en amargar el disfrute del verano a los jóvenes y acabar con la cultura de la vida en la calle, propia de los países mediterráneos, espanta a los Paquis que vendían cervezas, a los que se las bebían para calmar la sed y a los skaters que tienen un inmejorable marco aquí para su práctica.

Pues vamos a la Rambla del Raval: más de lo mismo, los Urbanos levantando a la peña sentada en el suelo. Al parecer, ocupar un mismo espacio público durante un determinado tiempo se considera un acto de incivismo, como lo puede ser tocar la guitarra en la playa o en un parque. Todo el mundo arriba, esperando que se fueran. No se van.

Vamos a un bar. Buena música, conversaciones sobre proyectos en cine, bandas sonoras, viajes. Los bares chapan... Y son las 3. Vodka, limón, café y azúcar. Un chupito de la llamada "cocaína de lo pobres" nos espabila y proseguimos el camino.

Nos queda la clandestinidad. Es increíble la red de pubs piratas que se pueden encontrar en Barcelona. Aparentemente es una verja cerrada de un local comercial. Llamas a un timbre o golpeas ligeramente la chapa y te abren. Te piden discreción. Dentro, completamente insonorizados, verdaderos antros de perversión. Algunos con ácaros en los sofás y con tipos que, sentados en ellos, discuten en catalán sobre el marxismo.

A la salida, uno de ellos nos habla de la Comunicación Gráfica Inmediata, materia de la que supuestamente es profesor. Llama holgazanes a los políticos y nos muestra un lápiz de la universidad.

Vamos a otro. Está a tope. Al fondo un billar. Un tipo cuadrado pide dos euros por jugar, cuando funciona con uno. ¡Ja!. La gente aguarda en la cola del baño con el DNI en la mano, por si se lo piden los Urbanos para mear.