Con, contra, sobre, junto y dentro de esa tinaja he jugado infinidad de veces. Cuando niño y hasta mozo, el Paso, a 5 km de La Solana y veintitantos de Valdepeñas, fue el mayor parque de atracciones que nuestras mentes en formación eran capaces de imaginar. Teníamos las casas abandonadas, al Rocko, a la Zara, el pajar, el gallinero con sus cáscaras y sus huevos, los patos y las ratas, el palomar, y las chozas para dormir por las noches tras convencer a los padres. Y las piscinas, los montones de leña, el ¡Ia galán!, los bidones, los setos, las bombas fétidas, las mangueras, la rodillas magulladas, las visitas ocasionales de los caballos, el cuatro latas destartalado, los cardos, las hogueras y las linternas, los culos de los botellines de Mahou, las trampas para los pequeños, las espadas de madera del abuelo del vasco, el Tour y el Giro de cada año y los JJOO de Seúl en la pequeña tele en blanco y negro. Y las bicis, el apéate tú pa montarme yo, y hacer carreras de lentitud y explorar nuevos caminos o cruzar de orilla a orilla el Azuer, casi siempre seco. ¡Casi siempre seco!. Normal que cuando acababa el verano lloráramos como si no nos volviéramos a ver jamás.
Y llegó un año en el que mi tía vendió la casa y no nos volvimos a ver. Hubo que descubrir otras atracciones, probablemente menos sanas, probablemente menos divertidas. Ahora nos vemos en las bodas, cuando esos amiguetes tienen un hijo o una hija o cuando estrenan casa con corralazo, lo cual en los últimos tiempos está favoreciendo la frecuencia de estos encuentros. Y con esa manta de agua, cómo no íbamos a curiosear. El río y el puente de la carretera, bajo el que nos protegíamos del sol, en el que hacíamos bici-cross y contra el que me pegué una hostia memorable que marcó mi hombro de por vida, están que no dan más de sí. Vamos, que han petao a lo grande. No sé si es bonito o desolador. Desde luego impresionante. Dicen los colegas, que entienden más de esto, que la aceituna no se va a ver afectada, al menos en esa zona, pero que habrá que esperar a que escampe para recogerla. Mientra tanto el paro acucia como nunca, los pintores no pintan, los albañiles no montan andamios y la confección espera a la primavera.
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