Pienso en Palestina y en Guatemala tras un día que ha acumulado demasiadas malas noticias.
Suele pasar que nuestra sensibilidad al sufrimiento humano es inversamente proporcional a la distancia que nos separa del lugar que habitan las víctimas. Intervienen otros parámetros en esta cuestión como la proximidad cultural o el grado de conocimiento de la región. Y por supuesto del interés que tengan los medios tras los repartos de minutos y páginas de sus respectivos espacios de poder. Es un ejercicio recomendable y conveniente equilibrar esta injusta percepción de la intensidad del dolor ajeno.
EL ROTO | 06-01-2009 (visto en Elpais.com)
Pienso en Gaza, en la Flotilla de la Libertad. Evidentes vulneraciones de los derechos humanos de cientos de personas las que allí se han estado produciendo en las últimas horas, que se suman al día a día de las que se dan en los territorios ocupados y bloqueados ante la impasible comunidad internacional. Y evidentes los vulneradores.
REUTERS | 31-05-2010 (visto en Elpais.com)
Y pienso en Guatemala. En el volcán Pacaya y en las terribles inundaciones (noticia a esta hora ya desaparecida de las portadas de los principales diarios) que se han llevado por delante la vida de decenas de chapines. Aparentemente, y comulgando con el pensamiento generalizado, parecería que es la Naturaleza la que proyecta su potencial destructivo sobre el país centroamericano, no existiendo más responsables de las desgracias que los propios fenómenos naturales. Parece irremediable. Rascando un poco es posible detectar otras causas del gran número de muertes que se dan una y otra vez en este país. Esto aparecía en un artículo del Periódico de Guatemala hace un par de meses sobre los 200 asentamiento precarios de la capital:
“No se han hecho las previsiones necesarias por parte de las autoridades encargadas si se llega a presentar un deslave o por cualquier efecto natural. No estamos preparados para un desastre, lo único que sabemos hacer es contar muertos y llevar comida. Y esas no son medidas”, dijo Sergio Morales, magistrado de Conciencia.No es sólo la Naturaleza. Es una carencia sistemática de derechos humanos la que permite que el desbordamiento de un río o el deslave de un volcán sepulte tantas personas y casas. Y aquí sí hay quien ha de hacerse cargo de la protección de esos derechos.
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