Supongamos que somos conscientes de ello, nos identificamos con las víctimas de las injusticias cometidas en cualquier lugar del mundo, tenemos ganas, estamos en condiciones y creemos que podemos, como sociedad civil organizada, cambiar el rumbo suicida del planeta.
Entonces se nos presentan varias opciones para actuar:
- Hay quienes piensan que se ha de presionar y denunciar a los actores que violan los derechos humanos y privan del bienestar a los pueblos, robando, contaminando, corrompiendo, matando o provocando activa y directamente la falta de libertades y de derechos, así como crear las condiciones legales internacionalmente para poner coto al "desarrollo".
- Hay quienes piensan que se ha combatir el consumismo que alimenta el derroche energético, que a su vez alimenta las guerras y demás violaciones de DDHH; que los tratados internacionales y la presión sobre los vulneradores de derechos no surtirán efecto mientras se mantenga o crezca la (nunca satisfecha) demanda de recursos naturales. Es decir, actuar desde abajo para echar freno a la máquina destructiva.
Dentro de los que eligen la segunda opción los hay que piensan que no servirá para nada presionar a gobiernos, empresas o demás grupos sin excrúpulos interesados en el oro negro, gas, coltan, uranio, oro, cobalto, etc... mientras no se reduza su demanda en occidente y en las potencias emergentes que empiezan a imitar el mismo modelo desarrollista.
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