cabecera4

jueves, 27 de agosto de 2009

Viaje a Palestina. Día 1. Muro y refugiados en Belén.

SODePAZ, una organización enfocada al comercio justo y sostenible, al consumo alternativo, a la cooperación al desarrollo y a la documentación e incidencia política, y el ATG (Alternative Tourism Group) llevan años organizando estos viajes que tienen dos objetivos fundamentales: fomentar el turismo a Palestina (también a los Altos del Golán) y dar a conocer con una gran sensibilidad (esto lo digo yo) la situación social y política que en esos territorios se vive.

El primer día del viaje creo que uno ya puede hacerse una idea de cuáles son los dos mayores escollos para la llegada de una hipotética paz, que por supuesto garantice la dignidad y libertad: los ilegales asentamientos de colonos alentados por el Estado de Israel en zonas estratégicas para la ocupación y los campos de refugiados, verdadero reflejo y símbolo de la catástrofe que ha vivido y sigue sufriendo el pueblo palestino. Precisamente “catástrofe” es la traducción de Nakba, palabra que utilizan los árabes para definir el éxodo que se produjo tras la primera guerra árabe-ísraelí en el año 48. Entonces, además de los 40.000 desplazados internos, unos 800.000 habitantes palestinos de lo que hoy es Israel se convirtieron en refugiados, bien por la expulsión directa de sus ciudades y aldeas (muchas de las cuales fueron destruídas), bien por el miedo a las matanzas que se produjeron por parte del ejército hebreo. Hoy hay más de 7 millones y medio de refugiados palestinos, 3/4 partes del total de refugiados en el mundo, muchos de ellos (alrededor de un 20%) repartidos en campos en Gaza y Cisjordania (más o menos la mitad) así como en Líbano, Jordania y Siria. Tuvimos la oportunidad de escucharlo en Badil Center (Centro de Recursos para los Derechos de Residencia y de los Refugiados Palestinos).

En Belén, tras estar junto al muro del apartheid y divisar no muy lejos las colonias judías, visitamos el campo de refugiados de Deheishe, en pie desde 1949. Allí nos contaron cómo durante los primeros diez años de su existencia estuvo conformado por cientos de tiendas de campaña instaladas por la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo). Fue a finales de los 50's cuando se construyeron cuartos de tres por tres metros para cada familia, muchas de las cuales sobrepasaban la decena de componentes. Entonces existía un baño por cada hilera de "casas". El incremento poblacional y la limitada superficie del campo (1 kilómetro cuadrado) han obligado a construir sobre esos mismos 9 metros cuadrados varias plantas en las que viven los descendientes de aquellos refugiados, con el mismo derecho reconocido al retorno tras diferentes resoluciones de la ONU (entre ellas la 194, la más conocida). Resoluciones siempre incumplidas por el poderoso vecino. Entre cada dos manzanas hay calles con apenas espacio para que un adulto pueda estirar sus brazos. Las condiciones son miserables y la población sigue creciendo, siempre con la esperanza de volver a sus tierras, a sus casas abandonadas en el 48 o en el 67, tras la guerra de los 6 días, de las que aún conservan las llaves, símbolo de los refugiados. Hoy día son más de 13.000 sus habitantes, el triple de aquellos para quienes fue concebida.

En la entrada de Deheishe es fácil toparse con uno de los muchos coches nuevos de los que dispone la ONU que, a través de la UNRWA, ofrece educación, salud, ayuda humanitaria y servicios sociales con los que se mantiene a gran parte de la población, afectada en mayor medida que el resto por el paro y la exclusión. Eso sí: escuelas con 70 alumnos por clase y centros de salud en los que a cada paciente le corresponden 6 segundos de consulta, según nos informaba irónicamente uno de nuestros acompañantes. Una de las ideas más repetidas por los diferentes interlocutores que tuvimos es la de que los palestinos no quieren ni necesitan dinero, comida, escuelas ni hospitales. Ellos se saben autosuficientes para sobrevivir. Lo único que exigen son sus derechos, los mismos de los que disfrutan los isarelíes. Ni más ni menos. (La casa destrozada de la imagen es la de un joven asesinado por el ejército israelí una de las muchas noches en las que entran al campo en busca de "resistentes").

DÍA1 BELÉN (72)
Casa de C.

Antes de visitar el campo en el que, ni que decir tiene, hay oportunidades para el festejo y la diversión, (lo pudimos comprobar con una boda y con los juegos de los críos en los pequeños resquicios que tienen para explayarse y jugar como les corresponde) habíamos conocido a C., una árabe cristiana que vive en una casa que con un simple vistazo explica por sí sola cuál fue la situación económica de ella y su familia cuando todo el turismo pasaba frente a la puerta de la misma, en una de las calles más comerciales de Belén, justo en frente de la tumba de Raquel. Precisamente la misma tumba sagrada para los judíos, aunque en territorio palestino, fue la culpable de que tras la II Intifada su casa quedara rodeada en tres de sus cuatro fachadas por el muro, aquí más que nunca de la vergüenza, ya que dejó fuera tierras de cultivo, un cementerio musulmán, dividió a familias en dos y destrozó muchos de los negocios que subsistían gracias al turismo religioso. Además muy cerca de la vivienda de C. tiene una torre de control y le tienen prohibido subir a la azotea.

Otra de las entrevistas de este intenso primer día fue a un hospital en construcción de Health Work Committes, una ONG palestina dedicada a temas de salud, donde nos recibió una extremeña casada con un gazatí que llevaba ya 24 años entre Gaza y Cisjordania. Probablemente fue la persona con más rencor hacia el otro lado que conocimos. Ni lo podía ni lo quiso disimular. Son muchas las razones. En HWC han detectado un aumento en los casos de cáncer. Una de las hipótesis con más fundamento que barajan es el uso por parte de los agricultores de aguas residuales para el riego debido a las restricciones en el servicio por parte del Estado de Israel que es quien lo controla. Hay semanas en las que se dispone de dos horas de suministro. Por eso todas las azoteas de las viviendas palestinas están coronadas por grandes tanques de almacenamiento.

4 comentarios:

Burdon dijo...

Luego decimos que sufrimos de estrés por aquí... todavía no sé cómo pueden vivir en una situación así durante tantos años. La opresión, los atentados y los registros indiscriminados son el pan nuestro de cada día para ellos.

Ten cuidado apático por aquellos lares. Un abrazote.

Anónimo dijo...

Enhorabuena por darnos a conocer estas situaciones, mientras otros estan con el stres posvacacional, que sirva de reflexion y comparacion, aunque sea por dignidad. obrigada lucy.

ASR dijo...

Tranqui Burdon, que ya estoy de vuelta.

Lucy, obrigado yo. Espero que me cuentes pronto tus proyectos brasileiros.

David, el fantástico dijo...

Sí, pero pese a todo lo que sufren, esas "historias tristes" que cuentan se ve vida, energía y alegría. Viven. Y pelean por ser palestinos. Eso me sorprendió mucho. Ahora, los campos de refugiados y el contrapunto de los colonos son la clave de resolver justamente el problema. En los campos la situación es mala, de mucha miseria. Investigaré el libro de Olga Rodríguez, me gustaban mucho sus crónicas y hay géneros periodísticas desgraciadamente olvidados, como el reportaje. Un abrazo.