En la papelera de un consulado

Un amigo de Bogotá lleva cinco años viviendo en España. Tan sólo ha podido hacer un viaje a su país desde que llegó para visitar a su madre, viuda y que vive sóla. Está casado con una española y tiene sus papeles en regla.

Estas navidades pretendía que su madre viniera a pasar unas semanas y se ha encontrado con el lado más oscuro de nuestras leyes. O quizá con un funcionario que hace uso de ellas a su antojo. No sabemos. El caso es que tras cursar una invitación a través del Ministerio del Interior, firmada por su esposa, después de demostrar que su madre tiene ingresos superiores al salario mínimo interprofesional, de enviar una carta del presidente de su empresa certificando que tiene un empleo, etc, etc, se ha topado con un denegación del visado y con ninguna explicación. "Ninguna explicación". Eso es lo más doloroso. Es un no porque no, como el padre que se ve acorralado ante una pregunta incómoda del hijo y no sabe qué contestar. ¡Porque lo digo yo! podría traducirse la actitud del funcionario en cuestión, del sistema o de quien tenga la culpa de este asunto. Porque hay un culpable, está claro. Claridad falta en la inexistente respuesta oficial a la negativa del visado. Si la quiere ha de esperar meses tras cursar la petición de manera oficial. Esto es manifiestamente injusto y cabreante.

No quiero caer en la demagogia pero todos sabemos de las pocas trabas que tienen determinados personajes mediáticos para traer a sus familias. A él le ha tocado acondicionar una habitación para recibir a su madre en su pequeño piso. A ella preparar las maletas para salir inmediatamente después de que el permiso para viajar se hiciera efectivo, como marca la ley. Años de espera. Ilusiones en la basura. En la papelera del consulado.