La Vida Mata (haris)

Como decía quien me acompañó al cine para ver Mataharis, hay que dejarse sorprender por las pelis. Cuanto menos se sepa previamente acerca del argumento o de los actores, mejor. Esto no es algo que suela poner en práctica porque por temor a tragarme un bodrio o algo que no vaya conmigo suelo buscar todo tipo de críticas en la red hasta quedar convencido de que valga la pena gastarse los 4 ó 5 € de la entrada. Ayer no lo hice, aunque el nombre de Icíar Bollaín ya de por sí diga muchas cosas y quedé encantado con las tres historias que se cuentan. Para quien se fie de mí: merece la pena.


Lo de La vida mata, no es por el disco de los Enemigos ni por la canción de Diego Vasallo y Leonor Watling. Es el nombre de un conjunto rollo cantautor que nos deleitó la pasada noche (imposible me ha sido encontrar rastro de ellos en internet). La idea era tomarse un mojito, que los ponen buenos y baratos en la tetería Pachamama y nada más entrar: !toma!, concierto. La voz del cantante más cascada que la de Josele Santiago (por cierto, hicieron una versión de Septiembre) era compensada por otras variables. Algo original: pidió al público 3 acordes y tres palabras (tres simpáticos espectadores propusieron: juanete, berenjena y androide) y con ello improvisaron un tema que les salió bastante decente. Además el sobrino del cantante, de meses y con el chupete puesto, con sus movimientos de cabeza sobre el escenario y su rasgueo, con púa y todo, de la guitarra de su tío mientras este colocaba los acordes y cantaba, consiguió generar un clima casi mágico.