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martes, 16 de enero de 2007

Casualidad

Hace unas semanas, poco antes de las vacaciones navideñas, aterrizó en mi buzón una carta dirigida a un individuo con mis mismos apellidos pero distino nombre, aunque éste empezaba por la misma letra. Ahí se quedó, no se porqué. Supongo que imaginé que era publicidad y simplemente se habían equivocado de nombre, sacándolo de a saber qué base de datos. Se trataba de una compañía de seguros y pasé de leerla.

Cuando cursaba 8º de EGB, una compañera de clase se me acercó un día para decirme que a otra alumna, repetidora, muy atractiva y casi desconocida para mí, le hacía tilín. Me quedé un poco de piedra y no reaccioné, debido a mi falta de experiencia en el arte del ligoteo y mi aguda timidez. Al cabo de dos semanas me volvió a insistir advirtiéndome de que se acababa el tiempo. Se cansaría de esperar. Tenía que pedirle salir.

Armado de valor una tarde la acompañé, seguidos por un séquito de amigas (suyas), hasta su casa al acabar la jornada escolar. Sudando y con un evidente tartamudeo le pedí, ya no salir (me hubiera llevado meses de preparación y algo más de valor) sino sencillamente ir al cine. Dijo que sí y quedamos el siguiente viernes para ver Las Tortugas Ninjas III. Conseguí reunir a lo largo de la semana con un tremendo esfuerzo las 700 pesetas que me costarían las dos entradas, porque como buen caballero la había de invitar.

Allí estaba: perfumado, recién duchado, bien peinado, con los zapatos limpitos, con el doble de pulsaciones de las normales, solo y con cargo de conciencia tras haber mentido a mis padres sobre la finalidad de mi salida. Por mi cabeza pasaban imágenes de series de TV y películas en las que el chico posa su brazo, aprovechando el estiramiento propio del bostezo, en el hombro de la chica. También imaginaba un romántico beso de tornillo, más cercano a la utopía que a la crudeza de los hechos que se avecinaban. Llegó la hora H y no apareció. Ni entonces ni nunca: me plantó.

Pasé pues a la película que proyectaban en la otra sala y que comenzaba 20 minutos después: Made in America. Al poco de sentarme empecé a escuchar risas. Me giré y ví a todas las amigas, al séquito, a las palmeras descojonándose a mi costa justo en la fila posterior. Acabé de hundirme en la vergüenza, en la miseria, quise que la tierra me tragara, sentí angustia.

Ayer me dio por abrir la carta y enseguida advertí que no estaba dirigida a mí. Por el prefijo local del teléfono del destinatario que aparecía en el interior deduje que era de mi pueblo, que no es donde vivo. En la lista de asegurados que se detallaban aparecía su nombre, el de ella: la que me plantó. En una de estas casualidades de la vida el nombre de la calle y el número de mi casa coinciden con la suya, en localidades diferentes. Y el código postal contiene los mismo números en diferente orden. Entonces recordé que los apellidos de su padre coincidían con los míos y que esa calle la solía frecuentar cuando iba camino del Poli para jugar al baloncesto buscando encontrarme con ella tan sólo para verla. Aunque le guardé rencor durante un largo tiempo, no me la podía quitar de la cabeza.

Luego, al cabo de los años, tuve algún encuentro con la ya mujer en cuestión, aunque sin tratar aquel conflicto en ninguna de nuestras escasas convesaciones. Después un hijoputamontaoenunruido que fue novio suyo me propinó un doloroso puñetazo en el ojo izquierdo sin venir a cuento.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

PD: ¿Qué coño hago con la carta?

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Venganza

Carol dijo...

Tirala... guardarla me parece una chorrada...

Claro que tambien puedes localizar su numero de telefono, llamarla y decirla que tienes una carta de vital importancia para ella y que o te la chupa hasta el final y sin condon o no se la das...

Claro que esto segundo me parece infinitamente menos etico que la primera opcion. Tu mismo.

Alana dijo...

Madre mía q cúmulo de casualidades¿? esas cosas pasan?? puff Pues yo no sé q haría con la carta.. supongo q tirarla tmb, pa q la quieres?¿¿? para q te peguen otro puñetazo¿? jajaja Bueeno no sé ya nos dirás

Anónimo dijo...

Tirala. A la carta digo. Y olvida la piva. Lo único que creo que deberias haberle preguntado por el plantón. Pero ya paqué.

EL CHICO GRIS dijo...

tírala... pero eso sí, a un contenedor de papel.

que hijasde... que pueden llegar a ser

marmotilla dijo...

Uuuh, vaya historia... Todo está comunicado...

ASR dijo...

Anónimo: no me gustan las venganzas.

Carol: me parece más correcto lo de llamarla o dársela porque la veo cada fin de semana que voy al pueblo (aunque no me hablo con ella).

Alana. Carlos, Chico Gris: igual la carta es importante. No sé... eso de tirarla...

Marta: bastantes casualidades, sí. Parece como si "algo" me condujera a ella.

ToNee dijo...

te recomiendo el clasico y divertido metodo de la bolsa de papel con mierda dentro y prendida en fuego...para k cuando salga de su portal a apagarla se llene sus deliciosos zapatitos de xarol de eces!! >:)

Soy Rosel dijo...

Pero qué historia más alucinante!!!!
A mí la escena de irla a recoger duchado, peinado y perfumado me ha recordado a esa serie que me encantaba de pequeña, "Aquellos maravillosos años", y todas esas citas que Kevin Arnold tenía con Winnie Cooper y que siempre acababan mal... aunque no siempre.
No sabes la de vueltas que da la vida, amigo. Tiempo al tiempo...

ASR dijo...

Coño Tonee, no me seas bestia, se te nota demasiado resentimiento ;-), a mí ya se me pasó. No es cuestión de hacer las cosas con rencor y ánimo de venganza, hombre.

Not for sale: sí es una historia un poco de serie adolescente en la que el prota sale mal parado, pero bueno, de todo se aprende y entonces tenía 12 años. La verdad es que lo pasé mal.

ToNee dijo...

jajaja agnostico a eso le llamo yo empatia! :P

Anónimo dijo...

Quizá lo mejor sería devolver la carta a su propietaria, porque estas cosas de los seguros son importantes.... luego dentro del sobre podrías introducir una pequeña nota escrita en sangre donde ponga:

PUTA PUTA PUTA

Carol dijo...

jo... que sosainas eres XDDDD