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miércoles, 12 de mayo de 2010

Me estás queriendo a mí un 5% menos


mestás queriendo a mí,


mestás queriendo a mí,


un (1)5% menos.


No me lo niegues.


Con el coste de la vida lo nuestro


se está quedando en ná.


Tú mestás queriendo a mí.


un (1)5% menos.


(Kiko Veneno)




No es bajar el sueldo de los funcionarios la peor de las decisiones tomadas ni posibles. Ahí están pensionistas y dependientes, parados e inmigrantes sin papeles. Pero, como el resto de los sapos que se ha tragado Zapatero y que nos ha trasladado en forma de papilla de sapo (palabras de Vicente Romero), es inexplicable si no viene de la mano de una reforma fiscal que hiciera más que cosquillas a quienes se han forrado, se están forrando y piensan seguir haciéndolo; si no se toca a los banqueros a los que se regó de billetes sin nada a cambio, ni a los especuladores, ni los paraísos fiscales, ni el impuesto de sucesiones, ni al presupuesto de guerra. En definitiva, no es explicable si seguimos jugando a lo mismo de antes: al gran casino mundial en manos privadas que dicta cómo se ha de gestionar la economía de los que no juegan y donde los derechos económicos y sociales, íntimamente ligados a los vaivenes de la bolsa, tienen una consistencia menor que un papel de fumar mojado. Capitalismo en estado puro: privatización de beneficios y socialización de pérdidas. Y encima la patronal pide la privatización de los servicios públicos. Lo de siempre. O no, que durante un tiempo se volvieron bolcheviques. Viva la orgía neoliberal.


Esta mañana mi centro de trabajo era lo más parecido que he visto nunca a la conformación de un soviet. Cuando se ven las orejas al lobo los discursos se tornan más radicales, como deberían ser viviendo en un mundo tan injusto como éste. La racionalidad exige radicalidad en los planteamientos y más de uno está dispuesto a echarse a la calle en cuanto se le avise. Esperemos que no sea por razones puramente monetarias y corporativas. Y que seamos conscientes de que, a pesar de todo, seguimos manteniendo una posición de privilegio con respecto a muchos otros trabajadores y, no digamos, con respecto a la inmensa mayoría de habitantes de este planeta, a quienes deberíamos ampliar nuestros lazos de solidaridad.

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